Si hay algo en lo que nos parecemos John Rambo y yo, es en que ambos seríamos capaces de comer cosas que harían vomitar a una cabra…

Vale, quizás me he pasado un poco con esta aseveración, pero lo que sí es cierto es que gracias a mi vida de single, tengo la oportunidad de prepararme para el Apocalipsis Zombie comiendo comida que me ha caducado.
Si estimadísim@s compañer@s, si en algo se va a caracterizar el Apocalipsis Zombie va a ser, a parte de los propios zombies deambulando de aquí para allá, por la ausencia de manufacturación de productos comestibles lo que con toda probabilidad nos obligará a tener que consumir, si tenemos por otra parte la extraordinaria suerte de encontrarlos, alimentos caducados o que hayan pasado su fecha de consumo preferente, lo cual, aunque parecido, no es lo mismo.
Fecha de caducidad y fecha de consumo preferente
La fecha de caducidad de un producto es la fecha a partir de la cuál ese producto ha de ser desechado porque, supuestamente, se ha degradado microbiológicamente lo suficiente como para convertirse en un riesgo para nuestra salud. Por el contrario, la fecha de consumo preferente es la fecha hasta la que, supuestamente, un producto conserva bien tanto sus propiedades organolépticas (es decir, sus cualidades físicas como sabor, textura, olor, etc.) como nutricionales, no resultando peligrosa su ingesta posteriormente de la misma (aunque sus propiedades nutricionales y/o organolépticas pueden haber variado).

Cómo veis, he hecho especial hincapié en la palabra supuestamente, ya que estas fechas son calculadas por el propio productor mediante diferentes técnicas, tales como inoculación de organismos microscópicos y posterior estudio de su evolución, modelos matemáticos, cámaras de envejecimiento prematuro, etc. Por tanto, estas fechas no son completamente rigurosas ya que, aparte del margen de seguridad que las propias empresas productoras suelen introducir al calcularlas (para no pillarse los dedos y enfrentarse a cuantiosas demandas), hay muchos factores que no son contemplados por los métodos de estudio y que son determinantes para la buena conservación del producto (y que suelen ser debidos a una mala manipulación/ conservación por parte de los consumidores), por lo que a la hora de la verdad tanto la fecha de consumo preferente como la de caducidad son fechas estimadas y solo sirven a modo de guía.
Obviamente, las autoridades sanitarias de todos los países aconsejan seguir a rajatabla las fechas de caducidad, siendo más permisivas con las de consumo preferente, y asimismo aconsejan desechar cualquier producto alimenticio que se encuentre en dudoso estado.
La fecha de caducidad y la de consumo preferente durante el Apocalipsis Zombie
Si por poner un ejemplo, tras 4 años, 9 meses y 23 días sobreviviendo muerto de hambre al Apocalipsis Zombie, encuentras una lata de cocacola (o de raviolis), un bolsa de ramen o un paquete de arroz, lo último que vas a pensar, si es que puedes controlarte lo suficiente como para pensar algo y no consumirlo inmediatamente, es en consultar la fecha de caducidad o consumo preferente del regalo que te acaban de brindar los dioses…antes que eso, lo cual por otra parte resultaría bastante inútil pues con toda seguridad la fecha inscrita en ella pertenecería ya a otra era, te dejarás aconsejar por tu sentido común.

Una de las principales cosas que hacemos los humanos para determinar si un alimento está en un buen estado de consumo es llevárnoslo a la nariz y olerlo. Es algo casi instintivo, cuando dudamos de la conservación de un alimento, normalmente después de haberle dado un rápido vistazo (en el que apreciaremos su aspecto general y si presenta moho o una película viscosa recubriéndolo), lo siguiente es olfatearlo, siendo precisamente este el sentido dirimente que empleamos para determinar si lo comemos o no. Puede que no tenga buena pinta, pero si el aroma de un alimento es aceptado por nuestros receptores olfativos, a pesar de lo que su aspecto visual nos aconseje, acabará dentro de nuestra boca. Y allí es dónde entrará en juego otro de nuestros sentidos, esta vez el gusto: si no detectamos ningún sabor raro o desagradable, o no demasiado raro o desagradable, acabaremos engulléndolo (y si no lo escupiremos). Este sistema de dirimir si un alimento es apto para nuestro consumo o no a través de nuestros sentidos forma parte de nosotros gracias a la evolución del ser humano como tal y, aunque no es para nada infalible, en caso de Apocalipsis Zombie, sería aceptable.

En el caso concreto de latas y otras conservas, debemos tener en cuenta desecharlas si el envase está oxidado, golpeado, tiene la tapa abombada, gotea o ha salido parte de su contenido, sale espuma o líquido al abrirlo o si su contenido no tiene buen aspecto, está descolorido, huele mal o presenta manchas, ya sean estas blancas u oscuras (presencia de moho o hongos).
En todo caso también sería aconsejable aplicar la técnica básica de supervivencia de “prueba de comestibilidad”, que aunque esta está pensada para aplicarse frente a productos de origen vegetal que desconocemos si son comestibles o no, tales como plantas o frutos que nos encontremos en el entorno en el que estemos sobreviviendo (no aplicable para hongos y setas), podría adaptarse a las particularidades concretas de supervivencia durante el Apocalipsis Zombie.
Prueba de comestibilidad durante el Apocalipsis Zombie
Tal y como he mencionado con anterioridad, esta técnica básica de supervivencia puede sernos útil durante el Apocalipsis Zombie aplicándola con ligeras variaciones. Básicamente consiste en efectuar una “exposición” (es decir, ingesta) paulatina al alimento que queremos determinar si es comestible o no, incrementándola progresivamente y observando si se produce alguna reacción adversa.
Por motivos de seguridad y siempre que se forme parte de un grupo y por tanto sea posible, solo un@ de l@s supervivientes ha de realizar esta prueba, mientras l@s otr@s esperan atent@s su desenlace. También sería recomendable disponer de una buena fuente de agua potable y de carbón activo, ya sea en pastillas u obtenido de la combustión de leña, por si las circunstancias se tornan negativas.
Lo cierto es que no va a resultar nada fácil para un grupo de hambrient@s y desnutrid@s supervivientes aguantar estoicamente esperando los resultados de la prueba, máxime viendo como uno de sus componentes sí que va engullir alimento sólido, así que tod@s deberán armarse de paciencia y aguantar el desenlace de la prueba antes de abalanzarse y pegarse el festín.

Pero es que el o la superviviente que realice la prueba, aparte del grave riesgo al que se expone, tampoco lo va a tener mucho mejor.
Primero de todo, sería perentorio no haber ingerido ningún otro tipo de alimento sólido en las últimas 8 horas, pero sí agua (ha de estar bien hidratad@), ya que de esta forma podrían enmascararse reacciones o atribuirse erróneamente al alimento del cuál queremos determinar su comestibilidad.
El alimento debería prepararse de la misma forma que debería ser consumido, esto es, cocinándolo si es el caso o comiéndolo directamente una vez abierto el envoltorio o envase que lo contiene si es así como normalmente lo haríamos.
Tanto al abrir el envase como una vez cocinado se procedería a realizar una exploración visual, olfativa y táctil del producto que vamos a ingerir, buscando la presencia de hongos o florituras, cuerpos extraños o insectos, olores fuertes o desagradables o texturas atípicas del producto en sí.
Realizado con éxito dicho examen físico, se procedería a llevarse a la boca una cantidad pequeña, aproximadamente la cantidad de una cucharilla de café o postre, del alimento en cuestión, masticándola y saboreándola, pero sin tragar, durante un rato. Si en cualquier momento se observase o notase algún sabor fuerte o no acorde con el producto, así como cualquier reacción adversa, se debe escupir y lavar la boca, evitando tragarse nada, para eliminar todo el producto. Si no se detecta nada de lo descrito con anterioridad, se puede proceder a tragar esta pequeña cantidad.
A partir de este momento solo nos queda esperar el desenlace, no consumiendo ningún otro alimento sólido durante las próximas 8-12 horas, momento en que se repetiría la ingesta pero esta vez de una cantidad mayor, aunque sin llegar a constituir la cantidad total que tomaríamos en una comida. Pasadas otras 8-12 horas se volvería a ingerir otra cantidad mayor, esta vez sí acorde a la que consumiríamos en una comida, esperando nuevamente 8-12 horas, aunque siendo recomendable esperar hasta que hayan transcurrido al menos 24 horas, sin ninguna reacción adversa (dolores abdominales, calambres, fiebre, náuseas o vómitos, diarreas, deshidratación, sudores fríos, dificultades respiratorias, parálisis o muerte) en el/la superviviente que desinteresadamente se haya ofrecido a realizar la prueba para finalmente poder ser consumido por el resto de supervivientes.
Sí, ya se lo que me vais a decir, ¿qué superviviente muert@ de hambre va a poder aguantar el impulso natural de alimentarse a toda costa pese a los riesgos que conlleve al encontrarse una posible fuente de alimento? Lo cierto es que va a ser bastante difícil, por no decir imposible, y en todo caso va a requerir de unas grandes dosis de autocontrol y férrea voluntad, por lo que no siempre va a ser posible realizar la prueba tal y como aquí se ha descrito. En todo caso, de no poder contenerse ante la necesidad de alimentarse y de formarse parte de un grupo de supervivientes, lo aconsejable sería que solo un@ de sus integrantes realizara un ingesta normal del alimento encontrado, esperando un mínimo de 24 horas sin reacciones adversas para que el resto de integrantes del grupo pudiera hacerlo.
En caso de observar cualquier reacción adversa una vez ingerido el alimento puesto a prueba, tanto durante la realización de la prueba tal y como se ha descrito como en su forma “abreviada”, se debería provocar inmediatamente el vómito y proceder a beber abundante agua caliente, administrándose también carbón activo, procedente de cápsulas farmacéuticas o de una fogata de leña, tratándose en la medida de lo posible los efectos adversos producidos (fiebre, diarrea, deshidratación, etc.).
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Que gran película the Road…todavía recuerdo con vivídez la escena en la que encuentran la cocacola, aunque no fue la escena que más me impactó, y el mal rollo general que me dejó la peli, no porque estuviera mal hecha o fuera un bodrio, sino por lo cruda y real que era…tanto que despertó en mí la necesidad de tener que estar preparado para sobrevivr a lo peor.
En todo caso, una gran película postapocalíptica muy recomendable de ver 😉
Quizás fue la escena del sótano?…jejeje…la verdad es que yo también salí con muy mal cuerpo del cine cuando la ví y simplemente, tal y como ya has dicho, por lo realista y cruda que es.
Tanto que aunque quería volverla a ver, necesité dejar pasar bastante tiempo, y quedar un poco desencantado con el libro, para volverlo a hacer. y esta vez la disfruté como buen friki supervivencialista postapocalíptico que soy 🙂
La escena de la cocacola es muy emotiva, especialmente para los que en algún momento hemos sido adictos a ella (jejeje):como son las penurias que estan pasando que el hallazgo de algo tan insignificante como una vieja y caducada lata de cocacola acaba siendo algo trascendental en la vida de una persona…en cambio nosotros consumimos nuestras “comodidades” una tras otra y ni tan siquiera les damos aprecio. Solo, si acaso, cuando desaparecen…